Y de pronto las calles están llenas de gente y de terracitas en lugares en los que nunca imaginaste que pudiese haber un café o restaurante; las jovencitas sacan sus minifaldas del armario y los jovencitos sus bermudas (algún día me acostumbraré a las ciudades del interior, en las que esto y ponerse chanclas es normal para la calle y no solo para esa playa que no tienen). Los ojos azules se esconden tras gafas de sol y los aparcamientos de bicis están a rebosar.
En los parques en los que hace no mucho yo luchaba por no resbalar en el hielo ha crecido la hierba verde en un fin de semana, y los arbolitos se dan toda la prisa que pueden y empujan ansiosos a sus miles de brotes. Y todos esos niños que hasta hace nada eran estrellitas a lo Maggie Simpson corretean ahora semidesnudos y juegan con pelotas y cubos de playa (!). Y o hay un baby boom, o solo voy a los lugares a los que van todos los bebés de la ciudad.
Viena deja de pronto de ser tétrica y oscura como en El tercer hombre, y tendré que volver al cementerio central porque algo me dice que con este tiempo Schuberts, Brahms y Strausses se pasan las tardes tirados sobre (y no bajo) el césped haciendo que la música lo inunde todo.
4 tortugas:
¿ves como el verano mola?
Ei, disfruta del sol! Por cierto: ¿qué parque es el de la foto? Casi puedo oír la música desde aquí...
En marzo tuvimos bastantes días así por Santiago y se hacía raro, pero si era tiempo de playa y todo!
bermudas y cubos de playa... difícil de entender :)
yo me he venido del verano romano (ayer tanto calor y día de helado y terrazas...) al tiempo raro madruco. al aterrizar... lloviendo... me voy a viena contigo!
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